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Receta mágica para la Abulia

En los días grises donde la abulia teje su hechizo, existe un ritual con brebaje mágico capaz de disipar la bruma y despertar los sentidos; contiene ingredientes poco convencionales, pero profundamente efectivos.

Se inicia el ritual recordando con dulzura y ternura que es completamente válido permitirse no hacer nada, un acto que se convierte en una especie de resistencia contra un mundo que insiste en extraernos una productividad perpetua. *Repítase como mantra a lo largo del día o cada vez que sienta culpa*

Será necesario escoger una pijama o ropa cómoda para abrazar el alma y crear un santuario de confort en el hogar. Puede buscar un lugar que le permita perder la noción del tiempo y sumergirse en su ser. El lugar debe hacerle sentir cómodo o si es el caso, permanecer en cama y dejar que un chorro de luz tenue se filtre por las cortinas para crear un juego de sombras y proporcionar un ambiente íntimo, envuélvase en una manta suave, abrácese para invitar la serenidad y no olvide despojarse de la culpabilidad que es común sentir.

Al iniciar el día, tomar un tinto y en una taza profunda depositar pensamientos a la deriva, como hojas que flotan en un río tranquilo, sin un destino fijo, pero llevando consigo la esencia de la contemplación.

Acompañe su mañana con pequeñas dosis de melodías nostálgicas que despierten recuerdos sepultados, dejando que las notas sirvan como anclajes a momentos de felicidad, paz, seguridad y tranquilidad, así combatirá la grisaciedad del momento. Permítase dar un paseo por la memoria al compás de la música.  

Si la abulia se enreda más densamente, destape una botella de vino, asómese a la ventana y observe el cielo, permítase envolver por los colores mágicos de los atardeceres o amaneceres. Cada sorbo se transforma en un viaje a la felicidad que alguna vez disfrutó con su tejido de afectos, embriáguese de los recuerdos alegres del pasado y encuentre en ellos la esencia de su ser y su existir.

Para aquellos agraciados con la compañía peluda de seres de cuatro patas, se añade un toque mágico. Su presencia permite pequeños paseos por el barrio. No es necesaria la interacción social, solo la compañía para sanar el dolor emocional y evitar la inmovilidad, pues cada paso se convierte en la conexión con el mundo y en un recordatorio de que la magia crea mundos, incluso en la quietud. Es una invitación a abrazar la nostalgia y encontrar la inspiración en la simple alegría de vivir con la leal presencia del peludo que ilumina los caminos.

¡Que este ritual y brebaje ilumine sus días grises y despierte la chispa mágica que vive en su interior!

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Carta

Noviembre 14 / 2023

Querida y maravillosa Thalia:

Hoy, escribo desde las tierras encantadas de tu reino, atravieso el tiempo y busco los recuerdos de las risas que bailaron entre las paredes, las lágrimas que se escondieron entre las sábanas y los secretos que tejieron cuentos para arrullar a tu hermana en las noches estrelladas. Las fronteras de este reino han sido cómplices de tu infancia, albergaron a una niña guerrera que ha desplegado sus alas y ha enfrentado dragones, aquellos miedos que alguna vez asomaron sus cabezas terroríficas y tú, con tu valentía te convertiste en su hechicera protectora.

No puedo dejar de sentirme como una torre mágica, erguida para preservar cada destello de tu ser y cada chispa de tu esencia, donde la magia florece con cada latido. Los colores que pintaron tus días siguen aquí, pero han sido transformados por las manos creativas que tejieron sueños y aventuras en cada rincón. Mis muros se han llenado con las notas de historias encantadas, listas de quehaceres y mensajes de amor como hechizos para el corazón.

La puerta se convirtió en un portal hacia mundos mágicos, donde la llave es la imaginación que siempre has llevado como escudo contra la oscuridad. Sobre la cama, se creó un campo de guerra de almohadas y peluches que fueron valientes guerreros en batallas de risas y complicidad, mientras bajo la cama, bunkers secretos se erigieron para enfrentar las visitas inesperadas de los demonios de la ansiedad.

El armario se convirtió en el refugio de tesoros dulces que guardabas celosamente de tus familiares, y las ventanas se vistieron con los trazos de tus sueños plasmados en dibujos y pinturas, un mapa oculto de aquel mundo mágico que compartías en susurros con tu hermana bajo el resplandor de la luna. El baúl del abuelo heredado para guardar los secretos más preciados de tu vida.

El escritorio, querida Thalia, se alzó como la piedra cuadrada donde tu lápiz ha sido la varita mágica que, con cada letra escrita, construye mundos maravillosos y despliega universos inexplorados, forjaste tu espada de valentía y construiste mundos maravillosos para enfrentar los monstruos que acechaban en la oscuridad.

En este pequeño reino, siento una explosión de felicidad, orgullo y amor, como si estuviera a punto de estallar por la alegría de haberte visto crecer, ahora como una mujer guerrera y resiliente preparada para enfrentar la vida adulta, sólo me resta decir que aquí estoy, conteniendo cada locura que el crecer conlleva, como un cofre mágico que guarda tesoros invaluables.

Con amor eterno para la guerrera que una vez fuiste y que aún se mantiene, con valor y determinación, para seguir enfrentando dragones en su propio reino.

Tu habitación encantada,

Pd. Que nunca se apague la chispa creadora y que siempre resuene el rugido feroz de la valentía en tu corazón.

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Autobiografía

En mi llegada a este mundo, atravesé una vulva, ensangrentada y cubierta por un líquido blanco, con la probabilidad de morir si no era alimentada cada dos horas. Nací en enero, un mes que entre la boca de muchos se considera como un mes muerto.

Mi infancia se tejió en un entorno religioso, con ecos de un tío sacerdote revolucionario, asesinado en el conflicto colombiano. Su amor hacia mí se disolvió en el pasado que mi memoria no retiene. Un día, en la infancia, conocí a mis primos y primas, niños y niñas con quienes emergieron risas y complicidades que aún resuenan en mi alma. Me vi inmersa en una familia numerosa, una constelación de 101 almas entrelazadas. Desde entonces, las festividades de diciembre me han cautivado con su encanto, un recuerdo que perdura desde mi más temprana memoria.

En lo cotidiano, soy hija. Tengo madre, padre, hermano y hermana, pero estas son generalidades que apenas esbozan mi esencia.

Mi nacimiento tuvo lugar en el cosmos de las letras, la prosa y una pizca de poesía. Mi crianza se moldeó con la música y la literatura, siendo estas las melodías que acunaron mi crecimiento.

Cada vínculo forjó las páginas de mi formación. Me refugié tras discursos de odio, me desmoroné ante la cuestionada normalidad, y experimenté una fractura en mi ser el día que me encajaron como anormal y enferma.

Morí atravesando una tusa amistosa, y caminé con la creencia de que nunca sería suficiente. Me sumergí en dolores y culpas ajenas, me perdí entre ausencias y desintereses, hasta que el horizonte del mar se presentó ante mí después de un épico viaje en bicicleta de quince días.

Reviví el día que dos perros se convirtieron en mis leales compañeros de vida, testigos mudos de mi existencia. Me amé cuando me supe vulnerable, me celebré al enfrentar miedos y me disfruté en amores compartidos y en la reconstrucción de un tejido de afectos. Me reconocí en la otredad, asumí la responsabilidad de heridas causadas y me permití ser amada mientras cruzaba andares con mis amigas.

Estas son solo algunas de las experiencias que danzan en el escenario de mi existencia, confirmando que estoy viva.

No me llamo escritora, pero escribo para purgar las sombras internas. No me considero ilustradora, aunque dibujo para plasmar el mundo que mi alma ve. No soy solo lo que se ve o lee, aunque eso también es parte de mi compleja esencia.

Y así, sin conocer el guion del siguiente capítulo, me aventuro a continuar mi historia, entre letras y vida, siendo más de lo que las palabras puedan expresar.

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La primera vez

La primera vez en que me di cuenta de que hay una distancia entre lo que soy y lo que los otros piensan que debería ser fue cuando* tenía 16 años. Las decisiones que había tomado hasta ese momento no habían sido elecciones propias, habían sido siempre lo que mi padre y mi madre esperaban de mí. Lo que se supone que debía ser a los ojos de las demás personas porque yo, a diferencia de mi hermano y hermana, era la hija ejemplar, la hija que nunca dio problemas en la escuela, la hija que nunca renegaba de nada, la hija que siempre ponía por encima de todo a su padre y a su madre. 

No recuerdo el día exacto, pero sí el momento exacto. Estaba en un retiro espiritual, la charlista hablaba de condenar la homosexualidad y entonces, fue ahí cuando sentí que un inmenso dolor oprimía mi pecho, esas palabras penetraron mi ser y aturdieron mi pensar, mi sentir y mi aparente estabilidad. Los siguientes días, semanas, meses y años fueron aún más dolorosos, pues todo lo que creía y había construido se arruinó. La figura del super papá y de la super mamá se quebró y tras de esta, mi mundo se desmoronó. 

¿Quién soy? ¿Estoy mal? ¿Qué debería hacer? Eran las preguntas que rondaban constantemente mi cabeza. Un miedo gigante se apoderó de mí, tuve miedo de hablar, tuve miedo de mi padre y de mi madre. El supuesto lugar seguro en el que crecí ya no era seguro. 

Dos años me tomó, dos largos y dolorosos años me tomó hablar. Al menos para sentar la discusión en la mesa. A mis 18 años renuncié a seguir cada uno de los mandatos de mi padre. No quería ser obligada a ir a misa. Tras varias discusiones dejé de profesar el catolicismo. La batalla que se tranzó entre mi padre, mi madre y yo ha sido dolorosa. De la hija perfecta pasé a ser la decepción más grande de la familia. Y como un bucle las críticas me acompañaron por mucho tiempo: “Miren, ahí está la rebelde sin causa. Primero unos tatuajes, luego un par de perforaciones, ahora el cabello tinturado y media cabeza rapada, después las camisas holgadas, luego vino la astrología y los rituales como una bruja, luego se volvió una consumidora de cerveza y cigarrillos, y lo que faltaba feminista y lesbiana… ¡Vergüenza! Vergüenza le da a esta familia” y entonces, me odié…

Pasé muchos años odiándome por lo que me gusta y escondiendo lo que era. Vergüenza y decepción fueron las dos palabras que me definieron por mucho tiempo. Estuve sumida en una soledad y tristeza que me llevaron a la escritura y a la literatura. En medio de tanta catarsis escritural y tantos versos viscerales comprendí; comprendí que no estaba mal ser así. No me pregunten en qué momento lo supe, solo sé que los libros, el feminismo, mis amigas y las personas que empecé a considerar mi familia, me escucharon y acompañaron en el proceso de aceptarme y amarme como soy. Con miedo, fui rompiendo cada una de las construcciones que tenía. Con miedo, fui abandonando la normatividad hegemónica. Con miedo, verbalicé: aquí estoy y existo, y sí, existo como la tatuada, la que tiene un par de perforaciones, la del cabello tinturado, la de las camisas holgadas, la crédula de la astrología y practicante de rituales como una bruja, la consumidora de cerveza y cigarrillos, la feminista y tras del hecho, la lesbiana. Aquí estoy y aquí seguiré luchando, cada día más fuerte, cada día más sintiente, cada día más humana. 
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amor · amorpropio · cuerpa · cuerpo · fem · femenino · femina · feminismo+ · mujer

Mi cuerpa

Mi cuerpa es el territorio que habito. Un territorio cubierto por una delicada y sensible capa parchada por distintas tonalidades. Unas zonas son blancas y otras son marrón. Casi tan blancas como la nieve, pero tan secas como un desierto. 

Mis pies son las zonas más secas de este territorio; siempre buscan movimiento, pero en unas cuantas ocasiones, quietud y firmeza. Me han permitido transitar distintos lugares. En algunos me he anclado, en otros he dejado huella y en otros tantos me he enraizado.

Mis piernas, contienen galaxias que al mínimo toque aparecen con sus distintos tonos grisáceos entre morados y verdes -muchas veces no sé cómo aparecen, pero me acompañan-. En medio de mis muslos y justo antes de llegar a mi sexo, existe una tormenta de varias cicatrices como rayos. Fuertes y poderosos rayos que albergan la rabia, el dolor y sufrimiento al cual han sido sometidas mis piernas.    

Mi vulva, mi adorada vulva cubierta por un musgo denso protector. Es una pequeña y poderosa fuente energética de conexión natural. No es rosa, es suave y carnosa. Ella siente, vibra, sangra y se moja. Una de mis tantas zonas de placer que se abre traviesa a caricias y mimos, pero se cierra violenta a los daños causados.    

Mi tronco, es el centro que conecta cada una de mis partes. Así mismo ha sido el centro de críticas y violencias. Tres montañas le dividen: mi panza, costillas y senos. Lo he ocultado, lo he lesionado, lo he odiado y lo he criticado. Le he empezado a amar, aunque duele el proceso. Le amo porque en su interior guarda mi corazón, un corazón palpitante, un corazón soñador, un corazón apasionado, un corazón lleno de amor.     

Mis brazos son extensiones como ramas de árboles. Han brindado abrazos. Y mis manos, como esas ultimas ramitas de extensión, han ofrecido caricias. Hoy no dejo de abrazar y acariciar, pero sé que ahora he encontrado una persona a la cual nunca había abrazado. Mis brazos y mis manos ahora están para mí, para abrazarme en este proceso de habitarme.    

Mi cabeza, conjunto de ojos, nariz, boca y oídos. Ojos tan grandes como dos agujeros negros que absorben todo cuanto ven, admiran y aprecian. Mi nariz, adornada con un aro, me permite percibir los distintos olores de la naturaleza. Mi boca, emisora de sonidos que se transforman en palabras, unas veces cargadas de odio y otras de amor. Mis oídos, me han permitido escuchar la dureza y vulnerabilidad de la humanidad. Todo esto almacenado y tatuado en mi memoria.

Además, tengo unas cuantas costelaciones formadas por lunares y pecas que adornan mi nariz, brazos y piernas. Cuando quiero recorrerme y mimarme, las yemas de mis dedos buscan descifrar el mensaje que forman cada una de estas costelaciones.

Mi cuerpa, es el territorio que estoy aprendiendo a habitar, agradecer y amar.