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Receta mágica para la Abulia

En los días grises donde la abulia teje su hechizo, existe un ritual con brebaje mágico capaz de disipar la bruma y despertar los sentidos; contiene ingredientes poco convencionales, pero profundamente efectivos.

Se inicia el ritual recordando con dulzura y ternura que es completamente válido permitirse no hacer nada, un acto que se convierte en una especie de resistencia contra un mundo que insiste en extraernos una productividad perpetua. *Repítase como mantra a lo largo del día o cada vez que sienta culpa*

Será necesario escoger una pijama o ropa cómoda para abrazar el alma y crear un santuario de confort en el hogar. Puede buscar un lugar que le permita perder la noción del tiempo y sumergirse en su ser. El lugar debe hacerle sentir cómodo o si es el caso, permanecer en cama y dejar que un chorro de luz tenue se filtre por las cortinas para crear un juego de sombras y proporcionar un ambiente íntimo, envuélvase en una manta suave, abrácese para invitar la serenidad y no olvide despojarse de la culpabilidad que es común sentir.

Al iniciar el día, tomar un tinto y en una taza profunda depositar pensamientos a la deriva, como hojas que flotan en un río tranquilo, sin un destino fijo, pero llevando consigo la esencia de la contemplación.

Acompañe su mañana con pequeñas dosis de melodías nostálgicas que despierten recuerdos sepultados, dejando que las notas sirvan como anclajes a momentos de felicidad, paz, seguridad y tranquilidad, así combatirá la grisaciedad del momento. Permítase dar un paseo por la memoria al compás de la música.  

Si la abulia se enreda más densamente, destape una botella de vino, asómese a la ventana y observe el cielo, permítase envolver por los colores mágicos de los atardeceres o amaneceres. Cada sorbo se transforma en un viaje a la felicidad que alguna vez disfrutó con su tejido de afectos, embriáguese de los recuerdos alegres del pasado y encuentre en ellos la esencia de su ser y su existir.

Para aquellos agraciados con la compañía peluda de seres de cuatro patas, se añade un toque mágico. Su presencia permite pequeños paseos por el barrio. No es necesaria la interacción social, solo la compañía para sanar el dolor emocional y evitar la inmovilidad, pues cada paso se convierte en la conexión con el mundo y en un recordatorio de que la magia crea mundos, incluso en la quietud. Es una invitación a abrazar la nostalgia y encontrar la inspiración en la simple alegría de vivir con la leal presencia del peludo que ilumina los caminos.

¡Que este ritual y brebaje ilumine sus días grises y despierte la chispa mágica que vive en su interior!

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